El sometimiento a un marido incrédulo que dice la palabra sobre esto?
El sometimiento a un marido incrédulo que dice la palabra sobre esto?
1 Pedro 3:1-2
Deberes conyugales
3 Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus palabras,
2 al observar su conducta íntegra y respetuosa.
1 Corintios 7:13-14
No lo abandone.
13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.
Estar casado con un esposo incrédulo puede ser uno de los retos más difíciles en la vida cristiana. El matrimonio es un pacto sagrado que une a dos personas juntas en una sola carne (Mateo 19:5). Puede ser muy difícil para un creyente y un no creyente vivir en pacífica armonía (2 Corintios 6:14-15). Si un cónyuge se vuelve cristiano después del matrimonio, las inherentes luchas que vienen como consecuencia de vivir bajo dos diferentes autoridades, se vuelven muy evidentes.
Con frecuencia los cristianos que enfrentan esta situación buscan alguna forma para salir del matrimonio, convencidos de que esta es la única manera de honrar verdaderamente a Dios. Sin embargo, Su Palabra nos dice lo contrario. El apóstol Pablo dijo; “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias.” (1 Corintios 7:17). Es muy importante no sólo estar conformes con nuestra situación, sino también buscar las maneras de traer gloria a Dios que surjan de estas desafiantes circunstancias.
La Biblia instruye a aquellos que están casados con incrédulos en 1 Corintios 7:12-14: “…Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.”
Los cristianos casados con incrédulos necesitarán orar, para que el poder del Espíritu Santo les permita profesar a Cristo y vivir a la luz de la presencia de Dios. (1 Juan 1:7). Ellos deben buscar el poder transformador de Dios para cambiar sus corazones y producir el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Una esposa cristiana está obligada a tener un corazón dócil, aún hacia su esposo incrédulo (1 Pedro 3:1), y ella necesitará permanecer junto a Dios y confiar en que Su gracia le permitirá hacerlo así.
Los cristianos no fueron hechos para vivir vidas solitarias; ellos necesitan encontrar apoyo de fuentes externas, tales como la iglesia y a través de grupos de estudio. Estar casado con un incrédulo no altera la santidad de la relación, así que debe ser la prioridad de cada cristiano, orar por su esposo o esposa, y ser un buen ejemplo, permitiendo que la luz de Cristo resplandezca como luminaria ante el mundo (Filipenses 2:15).
1 Pedro 3:1-2
Deberes conyugales
3 Así mismo, esposas, sométanse a sus esposos, de modo que si algunos de ellos no creen en la palabra, puedan ser ganados más por el comportamiento de ustedes que por sus palabras,
2 al observar su conducta íntegra y respetuosa.
1 Corintios 7:13-14
No lo abandone.
13 Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.
14 Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.
Estar casado con un esposo incrédulo puede ser uno de los retos más difíciles en la vida cristiana. El matrimonio es un pacto sagrado que une a dos personas juntas en una sola carne (Mateo 19:5). Puede ser muy difícil para un creyente y un no creyente vivir en pacífica armonía (2 Corintios 6:14-15). Si un cónyuge se vuelve cristiano después del matrimonio, las inherentes luchas que vienen como consecuencia de vivir bajo dos diferentes autoridades, se vuelven muy evidentes.
Con frecuencia los cristianos que enfrentan esta situación buscan alguna forma para salir del matrimonio, convencidos de que esta es la única manera de honrar verdaderamente a Dios. Sin embargo, Su Palabra nos dice lo contrario. El apóstol Pablo dijo; “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias.” (1 Corintios 7:17). Es muy importante no sólo estar conformes con nuestra situación, sino también buscar las maneras de traer gloria a Dios que surjan de estas desafiantes circunstancias.
La Biblia instruye a aquellos que están casados con incrédulos en 1 Corintios 7:12-14: “…Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.”
Los cristianos casados con incrédulos necesitarán orar, para que el poder del Espíritu Santo les permita profesar a Cristo y vivir a la luz de la presencia de Dios. (1 Juan 1:7). Ellos deben buscar el poder transformador de Dios para cambiar sus corazones y producir el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Una esposa cristiana está obligada a tener un corazón dócil, aún hacia su esposo incrédulo (1 Pedro 3:1), y ella necesitará permanecer junto a Dios y confiar en que Su gracia le permitirá hacerlo así.
Los cristianos no fueron hechos para vivir vidas solitarias; ellos necesitan encontrar apoyo de fuentes externas, tales como la iglesia y a través de grupos de estudio. Estar casado con un incrédulo no altera la santidad de la relación, así que debe ser la prioridad de cada cristiano, orar por su esposo o esposa, y ser un buen ejemplo, permitiendo que la luz de Cristo resplandezca como luminaria ante el mundo (Filipenses 2:15).