Analogía tomada del mundo de la imagen para aplicarla al espiritual. En el ser interior de las personas no hay maquillaje que valga. Sólo vale cultivar el alma: cuidar la lengua, el oído, la vista, el gesto, el estilo de vida. Incluye terapias prácticas.
SALÓN DE BELLEZA PARA EL CRISTIANO
¿A quién no le gustaría mejorar su imagen? ¿Potenciar su belleza? ¿Dejar de ser un patito feo y transformarse en un hermoso y elegante cisne?
Afortunadamente, hoy esto es posible. Gracias a los Salones de Belleza, tan de moda en la actualidad, y a los Técnicos Asesores de Imagen, unos profesionales que corrigen nuestro aspecto físico y nuestra indumentaria a fin de hacernos más atractivos, podemos mejorar sensiblemente la impresión que causamos en los demás... Sin embargo, hay una belleza mucho más importante e imperecedera que la física, la cual no tiene precio, ni puede manipularse con artificios y maquillaje, sino que debe cultivarse en el jardín del alma: la belleza espiritual...
A ésta es la clase de belleza a la que apunta Leroy Koopman en este interesante libro: Salón de Belleza para el cristiano. A través de una ocurrente analogía, intenta situar al lector en una especie de "Salón de Belleza" espiritual, en el cual se ofrecen sesiones teóricas y prácticas en este sentido y se realizan una serie de terapias con recetas y ejercicios prácticos que nos ayudan a mejorar el aspecto de nuestra: lengua, orejas, manos y pies; potenciando las cualidades espirituales y disminuyendo los defectos de nuestro carácter.
Estamos, pues, en las manos del mejor profesional de todos, el Espíritu Santo; el único capaz de cambiar nuestro corazón de piedra y convertirlo en uno de carne rosada y saludable, que atraerá, a su vez, a otros corazones deteriorados a los pies del Salvador.
Y como en todo Salón de Belleza, uno puede acudir en solitario o en compañía, en el secreto de la privacidad individual o compartiendo con otros las experiencias de sus mejoras y apoyándose mutuamente en los ejercicios más difíciles. Por ello, este libro está ideado tanto para una lectura individual como para ser utilizado a modo de manual en grupos celulares.
Nuestro deseo es que la lectura cumpla las expectativas expuestas, que no son para vanagloria personal, sino para honra y gloria de nuestro Padre Creador, el cual nos diseñado a su imagen y semejanza y nos amonesta a ser templos de su Espíritu Santo (Gn. 1:26; 1 Co. 6:19 y 20)